Tu cuerpo desnudo clavado en la piel del comodo Le Corbusier empalmó al instante el deseo de beberte despacito, lamiendo con impasible temeridad el comienzo de tus piernas al despojarte del taconazo verde oliva que quebranta mis sueños más recientes. Tu, relajada leyendo a Murakami, que competía con mi presencia follandote la mente, intentando disimular la notable excitación que tu generosa vulva mostraba para el gozo de mi mirada. Mirándote a los ojos mi lengua empezó a escarbar en tus sensuales piernas, adquiriendo una visión completa de aquella larga y provocativa carretera hasta la meta de tus humedades, mientras de la mesita tomabas la copa y sorbías con erótica parsimonia el pingus 2008 que hacia las delicias de tu paladar, sin poder contenerte a cruzarte con mi mirada de felino dispuesto a devorar a su presa.
Tras tu primer gemido contenido al contacto de mi lengua con la cara interna de tus muslos, comencé a mordisquear con toda la lascivia arrastrada durante semanas la suavidad de tu pubis, oliendo tu sexo sin llegar a degustarlo, entreteniéndome en la cara izquierda del mismo, sin apartarte la mirada, hendiendo ligera e intencionadamente mi nariz en el comienzo de tu henchida cavidad.
El segundo ya desconsolado gemido llegó de la mano de un inopinado lametazo de abajo arriba en todo el espesor de tu sexo, acabado en un premeditado y sabroso bocadito en tu abultado clítoris, jugoso como tus ojos, sabroso como tu descaro, mojado como tus pensamientos….
En esa sucesión de instantes, el sonido homófono de los fluidos de tu climax al contacto con mi boca, eran la mejor de las melodías posibles para acompañar al latigazo de placer que recorrió tu espina dorsal desde la nuca hasta tu dilatado ano, transmitiéndose a mi lujuria a través de la delicada piel de pony de aquella joya del diseño mobiliario en la que te hallabas casi desmayada de satisfacción.
“Kyu” fue la palabra elegida para recibir el tercer e impactante gemido ya esparcido y rotundo en el sabor de tu afrutado orgasmo. La metáfora del título engordaba mi deseo al saborear el final de tu éxtasis, desplegado alrededor de mis labios, recogido en el fuego de mi mirada y en la codicia de tus folladas mas apasionadas.
Tras el manjar, escena perfecta para ser fotografiada en blanco y negro.….tu cuerpo desbocado… tu cabeza vuelta….tu riego absorto….. y el gran Haruki decorando el suelo de maciza madera desconsolado por haber perdido la guerra en la batalla con mis impulsos.
“Touche”