MIA PARA SIEMPRE
Todo en ella
era ese universo existencial donde acampan mis sueños a sus anchas. Los
pliegues de su mirada cómplice desde el primer sorbo de aquel tinto crianza de
la copa que sostenía inquieta, el aroma a nosotros que se quedó impregnado en
el primer abrazo furtivo con las ganas desbocadas o la humedad de sus braguitas
que fingía disimular mientras mordía el carmín borgoña de sus labios.
Su piel era
la perfecta anfitriona para la habilidad de estas manos rudas pero cargadas de
sensibilidad al paso por el filo de sus caderas, esas que deliberadamente
contonea como un velero agitado en el azul del mediterráneo sabedora de mi
pasión por la fuerza del mar.
Sus pechos eran
una sensual danza de vaivén suave y seductor, que esculpe a cada paso esa
apetecible y resaltada curva que atraía la atención de cuantos le observaban,
bendito magnetismo de provocativa feminidad.
Y su culito, Ay! Su culito! Su culito era la miel con la que quedaba expuesta y deseosa al juego del fuego eterno de mi voraz apetito.
Pero, incluso
con ese lienzo delicado, la diferencia de su esencia radicaba en su mente brillante,
sugerente y sensual, en como todas sus neuronas me hacían sonreír a la vez que,
sin darme cuenta, me incitaban cada vez más a no querer dejar de besarla.
Allí tenia
guardada esa mezcla de tranquilidad y absoluta locura, tan perfectamente
orquestada pero que, a su antojo, y sin disciplina alguna, revolvía y se ponía a
jugar en el momento exacto.
Esa mente
despierta y viva que es el mejor trago de libertad que he bebido en mucho
tiempo, era la que me hacía viajar en la alfombra mágica por el sensual itinerario
de su piel, con esa mirada profunda que se hundía junto a nosotros en los
ahogados orgasmos en los que ambos acabábamos exhaustos de placer y necesidad.
Necesidad de
sentirnos, de reír a carcajadas una y otra vez, de devorarnos como lobos
hambrientos de madrugada, al despertar y a cualquier hora. De buscarnos. De
querernos. De gemirnos libertad.
Necesidad absoluta de hacerla mía, dándola todo el placer que sus piernas eran capaces de aguantar entre espasmos y contracciones al ritmo de la robustez de mis deseos.
Necesidad de
que viera reflejada en mi mente esas ideas que ella escribía de forma precisa y
excitante en renglones tibios que no eran mas que su forma de sentir y vivir ,
de gritar al mundo las ansias de ser feliz, de placeres al alcance de nuestros
besos, cada día un instante de nuestros sabrosos y hambrientos besos.
Y como veis,
observáis y pensáis, escribo en pasado, en pretérito perfecto de deseo y
lujuria. Pero no porque la haya perdido o pretenda hacerlo, sino porque aun
sabiendo que voy a salir corriendo de aquí a vivir mil quinientas formas distintas
de mirarla , la voy a llevar siempre conmigo en el bolsillo, en ese hueco
pegado a mi pecho donde pueda observar siempre mi curioso caminar, respirar el olor
a ternura, el sabor a vicio, el deseo perpetuo y presente en el vigor de esas
letras que siempre pienso pero que nunca escribo.
Así y allí, será mía
para siempre.
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Le contraindico que...